Internacionalizarse reduce el sufrimiento de la empresa


En una economía ahogada por la herencia del boom inmobiliario y la ausencia de políticas efectivas para abordar los problemas de las restricciones crediticias, las empresas buscan su tabla de salvación en la fuerza de la demanda en el exterior. Sucede, sin embargo, que el momento para abrir camino en el competitivo mercado internacional no es ahora mismo el más adecuado. Las empresas deberían plantearse estrategias de crecimiento más allá de sus fronteras en las épocas de bonanza de resultados. Esta siembra en el momento oportuno permite luego recoger los frutos cuando la demanda interior se desvanece o el tipo de cambio no resulta favorable. Buena prueba de todo ello es el éxito que ahora están cosechando muchas empresas españolas que hace un tiempo ya decidieron apostar por la diversificación geográfica de sus compras a proveedores y/o de sus ventas.

Las exportaciones españolas han seguido la senda trazada por la mayor parte de las economías occidentales que presentan signos evidentes de recuperación de los indicadores del comercio con el exterior, recuperando en parte las cifras de los primeros años de la pasada década. Para Antrás la clave no debe hallarse en el crecimiento de algunos sectores clave, ni en la dinámica de las exportaciones mundiales y el mantenimiento de las cuotas de mercado de estos años, sino que la explicación responde a cuestiones tales como el elevado nivel de competitividad de un selecto grupo de grandes empresas españolas. Es de esperar que las empresas pequeñas y medianas tomen también buena nota de este dato y encuentren los mecanismos para financiar sus inversiones de crecimiento.
¿Tiene entonces algún sentido plantearse en estos momentos la apertura al exterior? La respuesta es afirmativa aunque con matices. Contemplar la expansión internacional es una forma de diversificar riesgos. Para ello se necesita cumplir con un conjunto de requisitos que van desde la cultura de la propia empresa, que debe estar preparada para afrontar con garantías los retos que supone cambiar la dinámica propia de los mercados habituales, y estar dispuesta a realizar una inversión para poner a prueba los distintos estamentos de la empresa de cara a nuevas formas de negociación, de quizás adaptación del producto, entre otros aspectos.
La iniciativa de la representación de CORFO en España que, junto con la Embajada de Chile y ProChile, permitirá que cerca de 150 empresas españolas conozcan de primera mano el mercado chileno. Es un buen ejemplo de políticas de promoción de las posibilidades de expansión internacional. Además, resulta destacable que estas empresas pertenezcan a sectores diversos como, por ejemplo, el de las energías renovables (a partir de un acuerdo con la oficina de promoción andaluza Extenda), el sector agroalimentario (que acude al Foro de Inversiones de la Industria Alimentaria y a un encuentro sobre alimentos funcionales, estos últimos con un acuerdo con el CDTI y la FIAB), productos tecnológicos (mediante un acuerdo con Secartys) y las 50 empresas de Galicia que, bajo el impulso del IGAPE, oficina de promoción comercial de dicha comunidad autónoma, completan el cuadro de expedicionarios. Las cámaras de comercio de Cataluña anunciaban hace unos pocos días recortes en sus presupuestos, pero dejaban claramente establecido que la promoción internacional de sus empresas era un elemento innegociable.

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