Uruguay (2)



La estrategia deportiva da sus frutos


Estuve dictando un curso en la Universidad de la República en julio de 2010 y pude vivir la que representa el fútbol en Uruguay. El partido de cuartos de final frente a Ghana, resuelto de forma dramática en la tanda de penalties, después de que Ghana fallara uno en el último minuto del encuentro, desató tal euforia en la calle, que los festejos duraron toda la noche. A pesar de ello, puedo decir a favor de la seriedad del pueblo uruguayo, que mis alumnos convinieron aplazar el inicio de la clase hasta la conclusión del partido y de las celebraciones y reanudarla a las 8 de la noche. Lo más destacado es que asistieron todos, excepto uno de ellos que se lastimó al caer desde una grada instalada en la Plaza de la Independencia para seguir en pantalla gigante el match en el momento en el que “el loco” Abreu conseguía transformar, con un estilo peculiar, la jugada decisiva.
Creo, por lo que he podido leer y escuchar, que este hecho modificó la autoestima de los uruguayos de manera importante. Puedo refrendar esta opinión con mi regreso al país al cabo de un año. A pesar de que luego, en el partido de semifinales, Uruguay cayó frente a Holanda, la trayectoria de los uruguayos en el mundial de Sudáfrica fue espectacular. Una buena parte de todos estos éxitos se deben a la definición de una estrategia en el medio y largo plazo que trazó magistralmente el actual seleccionador nacional Óscar Tabarez. Me contaba el propio Tabarez, con ocasión de una cena de trabajo, las dificultades que la puesta en marcha de este plan tuvo en sus comienzos. Los resultados se esperan siempre desde el primer momento, sin tener en cuenta que los cambios de mentalidad, propósito de estilo de juego, proceso de selección de jugadores y rendimiento deportivo, no suelen alcanzarse de la noche a la mañana.


 La definición de una estrategia, acompañada de los recursos necesarios para hacerla viable están dando sus frutos. Tabarez ha sabido gestionar la ilusión que transmitía el juego de “la celeste” desde los últimos compases de la fase de clasificación para el mundial de Sudáfrica, los éxitos de la selección en dicho campeonato y ahora en la Copa América. Uruguay se alzó, merecidamente, con el triunfo. Fue un grupo sólido en lo deportivo, ilusionado en lo pasional y con la creencia sostenida que su trabajo podía llevarle hasta el final del campeonato si se sabía dominar la presión ejercida por los medios y por los inconsistentes. En la actualidad, además de esta buena performance de la selección absoluta, Uruguay vive un momento especialmente bueno en las categorías de los más jóvenes. Acaba de proclamarse subcampeona del mundo en sub-17, tras perder en la final con México, anfitriona del torneo. Pocos días después, la selección hizo vibrar las calles de Montevideo, llenó el estadio Centenario para esperar hasta altas horas de la madrugada a los vencedores y dar un sentido homenaje a todos aquellos que han hecho posible el éxito, más allá de las anécdotas de los diversos records obtenidos.
El fútbol, sin embargo, ocupa muchos lugares destacados en la vida cotidiana del pueblo de Uruguay. No quisiera, en esta crónica, dejar de mencionar un hecho singular que pone de manifiesto la pasión uruguaya por el fútbol. Hace años, estos mismos amigos uruguayos, me explicaron el funcionamiento de la denominada Liga Universitaria de Deportes (www.ligauniversitaria.org.uy). Es una competición de fútbol aficionado que inunda las canchas cada fin de semana en el país. La competición alcanza un total de 10 disciplinas que moviliza cerca de 8.000 jugadores, no solamente universitarios, en sus distintas categorías. No recuerdo ni una sola familia uruguaya, de entre las muchas que conozco, que no tenga una implicación directa con la Liga. La organización también es voluntaria y cuenta con el esfuerzo y el tiempo de un nutrido grupo de notables que velan por el mantenimiento del espíritu y los valores del deporte. Se constituyen en lo que se denomina la junta de “neutrales” (todo un acierto en la elección del nombre y también en la forma de actuación que para muchos de nosotros quisiéramos en algunos de los organismos independientes del país).



La Liga, asociada al movimiento olímpico y universitario, celebrará en el 2014 su centenario, con un vigor espectacular y para nada sorprendente, teniendo en cuenta el empuje con el que lo viven todos los que de una forma u otra participan de sus actividades. La Liga Universitaria pertenece a la federación internacional de deporte universitario (FISU). En 2004 organizó un Symposium, en el que tuve la fortuna de participar, con una masiva asistencia de púbico en las salas de conferencias y ponencias. Más de 500 personas se dieron cita en este encuentro en el que el fútbol, sus valores, la organización y su gestión, fueron debatidos de manera amplia y extensa. Estoy convencido que el legado de tantos años seguirá perdurando en el tiempo, especialmente reconociendo la gran labor de sus actuales dirigentes, el Escribano Julio Jakob, el gerente general el Ingeniero Raúl Goyenola y tantos otros. El anterior presidente de la República Oriental del Uruguay, el Doctor Tabaré Vázquez presidió la Liga Universitaria antes de Jakob. Todo un detalle que habla de la importancia y transcendencia de esta organización de deporte aficionado.   
No todo son elementos positivos en el futbol en Uruguay. La viabilidad económica de muchos de sus proyectos deportivos está en entredicho. Los clubes deben vender el talento deportivo, forjado en muchas ocasiones en sus propias divisiones inferiores, para subsistir. Existen grandes rigideces que paralizan ideas de gestión contemporánea, algunas de ellas derivadas de la propia naturaleza de los clubes y de su relación con el entorno (la propiedad, o no, de los estadios) y otras, entresacadas de la realidad cotidiana. La inseguridad en los estadios y en sus alrededores es uno de estos factores, puesto que aleja a un buen número de los interesados por el espectáculo futbolístico. De la misma forma que Tabarez gestionó adecuadamente el éxito de la celeste, los dirigentes del futbol uruguayo tiene ahora una gran oportunidad para gestionar estos triunfos recuperando la pasión controlada de las emociones.   

Uruguay (1)



La celeste motiva al pueblo uruguayo, pero el deporte está presente en cualquier lugar 


Uruguay es un país con apenas tres millones y medio de habitantes. El fútbol es para la población uruguaya una cuestión de orgullo y sentimiento nacional. Sus rivales directos son Argentina y Brasil, a pesar de su desequilibrada dimensión. Uruguay fue la sede de la primera edición de la actual Copa del Mundo de Fútbol en el año 1930. La competición profesional de fútbol ha estado dominada, desde sus comienzos, por los dos grandes equipos del país: Nacional y Peñarol. En las 79 competiciones profesionales disputadas desde 1932, estos dos equipos se han hecho con el triunfo en 69 ocasiones. Defensor Sporting rompió esta hegemonía en 1976. Desde entonces, tan solo este mismo equipo, junto con un selecto grupo de otros 3 outsiders, ha roto esporádicamente el desequilibrio competitivo de la primera división del futbol uruguayo. Si contamos además las 28 competiciones en la era amateur, entre 1900 y 1930, la hegemonía de los dos grandes alcanza el 83% de los títulos disputados (89 sobre 107).
La primera división se juega en la actualidad con un sistema de doble vuelta que otorga, en cada ronda, un campeón intermedio. El campeón anual se dirime en una especial forma de play-off entre los ganadores del torneo semestral de apertura y de clausura, pero que tiene en cuenta la suma agregada de puntos a lo largo de la temporada. El Club Nacional de Montevideo es el campeón actual. En la primera división compiten 16 equipos. La centralidad de la capital, Montevideo, se pone de manifiesto una vez más en el fútbol, fiel reflejo de lo que sucede en la economía real y en los servicios: tan solo uno de los equipos es de fuera de la capital. El Cerro Largo es el equipo que ha ascendido a la primera división y ostentará este privilegio en la temporada que arrancará dentro de unas pocas semanas. Deportivo Maldonado, Plaza Colonia y Paysandú, también han ostentado en el pasado la representación del futbol del interior del país en la máxima categoría. Cerro Largo es un departamento del interior del país y su capital, Melo, está a más de 400 kilómetros de Montevideo.
La mayor parte de los entrenadores de los equipos ganadores de la liga en Uruguay son del propio país. Tan solo en diez ocasiones el equipo ganador estuvo a las órdenes de un entrenador foráneo. Zezé Moreira incorporó al esquema de juego de Nacional el de sobras conocido 4-2-4 de los equipos brasileños. Entre los entrenadores conocidos en el futbol español que hicieron campeón a algún cuadro de la liga uruguaya de fútbol, destacan Roque Maspoli, Víctor Espárrago y, más recientemente, Martín Lasarte, que entrenó esta última temporada a la Real Sociedad.
Defensor, Danubio, Liverpol y Wanderers son algunos de los equipos que suelen luchar por ocupar las posiciones de cabeza en la tabla clasificatoria, tratando de conseguir plaza para las distintas competiciones internacionales en Sudamérica. Liverpol, que viste de azul y negro, es el equipo del que surgió el jugador uruguayo que más veces vistió la camiseta del FC Barcelona. Juan Ramón Villaverde salió de este cuadro con apenas 19 años rumbo al Cúcuta Deportivo (equipo colombiano formado por jugadores uruguayos) del que pasa luego al Millonarios de Bogotá. Luego dio el salto a Barcelona donde jugó con la camiseta blaugrana un total de 322 partidos entre las temporadas 1954/55 y 1963/64. Logró un total de 136 goles y llegó a formar parte de la selección española (los datos proceden de los archivos del FC Barcelona y del libro “Los negros de la cuchilla”, de Héctor Lescano, actual ministro de Turismo y Deporte del gobierno uruguayo. Forma parte, junto a Luis Cubilla, Benítez, Silveira y los efímeros Héctor Scarone y Martín Cáceres, de la corta nómina de jugadores uruguayos del Barça. La figura de Scarone merece, sin embargo, una cita a parte. Héctor fue el primer jugador internacional extranjero que fichó por el FC Barcelona. Ocurrió en la temporada 1925-26. Jugó 9 partidos y anotó un gol, a pesar de sus precedentes como gran goleador (es el tercero en la lista de todos los tiempos de la primera división uruguaya con 163 goles en una lista encabezada por Fernando Morena, que jugó en la liga española en las filas del Rayo Vallecano y Valencia, y en la que también destacan, por su historia en clubes españoles, el panameño Delly Valdés, Rubén Paz y Javier Chevantón).
El reconocimiento a este hecho impulsó la idea de dar su nombre a la penya que el FC Barcelona tiene en Montevideo desde hace apenas 3 años (www.penyabarca.ccmontevideo.cat/hs.html). Un buen grupo de amigos con los que comparto, en mis frecuentes viajes a Uruguay, las delicias del juego del Barça impulsó la creación de la penya. Ahora se reúnen en el Casal Català de Montevideo, en la calle Francisco Araúcho 1186 de Montevideo para celebrar las victorias del equipo blaugrana. La última, con el triunfo del Barça en Champions en el nuevo Wembley, congregó en el Casal, más de 300 personas.

Uruguay, primer campeón del mundo. Un recuerdo histórico en la ciudad de Montevideo.

Hoy, 13 de junio, se cumplen 81 años del primer gol en un mundial de fútbol. El francés Lucien Laurent consiguió inaugurar el marcador en un partido que enfrentó a la selección francesa con la mexicana. El partido terminó con la victoria de los franceses por 4 a 1. En la confluencia de las calles Coronel Alegre y Charrúa de la ciudad de Montevideo se conserva, con un escueto memorial, el punto en el que se dio comienzo a este partido. Era la cancha de Peñarol en el barrio de Pocitos. El anglicismo del rótulo señala que este era el “field de los Pocitos de Peñarol” entre los años 1921 y 1930 y refleja la influencia de los británicos en los inicios de las competiciones tanto nacionales como internacionales.


Braceli, sin embargo, sitúa califica de error ecuménico la suposición que Adán y Eva mordieron la manzana prohibida. Para el ensayista y periodista de Luján de Cuyo, en Mendoza, los hechos sucedieron de otra forma: “por empezar, a ningún árbol le gusta ser decorativo, inocuo. Aquel árbol, como todo árbol que se precie, le ofreció su fruto a un espléndido cuerpo que por allí andaba. Eva, el espléndido cuerpo, tomó la manzana. Adán la vio redondita, a la manzana. Esperá, no te la comás, Pasámela- le dijo. Eva, magnífica compañera, accedió. Acto seguido, Adán, obedeciendo al mandato de unos genes imperiosos, no quiso tomar la manzana con la mano: la dejó caer y rodar por el suelo y desde allí la alzó apenas con la puntita de su pie izquierdo –era zurdo el muchacho- subió la manzana a su empeine y empezó a darle levísimos y cadenciosos golpecitos… tac… tac… tac… tac… ¡grande Adán¡… tac… tac… tac… tac… Con el último tac Adán la elevó un par de metros, se perfiló y, al caer, con la parte interna del pie la empalmó en un ángulo del cosmos, a la manzana” (Rodolfo Braceli, De fútbol somos. La condición argentina. Editorial Sudamericana. 2001).

La lápida conmemorativa reza “Cero a cero y pelota al medio”. Nada más elocuente para significar  el momento de inicio de cualquier partido de fútbol. Independientemente del talento situado a cada lado de la línea divisoria del terreno de juego, de la historia y de los precedentes, en el momento del pitido inicial, compiten por el triunfo dos equipos en igualdad de condiciones.
A las 15 horas y 9 minutos del 13 de junio de 1930, Laurent inauguró el marcador. Queda un recuerdo de la línea de gol y de una de las escuadras, “donde duermen las arañas”, reza el rótulo conmemorativo en la misma calle del Coronel Alegre entre Charrúa y Silvestre Blanco. La otra portería debe estar sepultada por la vivienda que se adivina enfrente. Desconozco, no pude averiguarlo, si el propietario de esta vivienda posee el resto del tesoro en su jardín. Creo que la importancia histórica del momento requeriría una mejor atención por parte de la intendencia montevideana y de los amantes del fútbol, inmensa mayoría entre la población uruguaya, tan orgullosos como pocos de su cuadro nacional, “la celeste”.

 El fútbol recorrió un largo camino desde entonces. Cambiaron las disposiciones tácticas, los quilómetros recorridos por los jugadores, el número de asistentes, el de los seguidores a través de los distintos medios de comunicación, pero queda un elemento imperturbable: el juego siguen disputándolo once contra once, y uno de ellos es el guardameta, golero o arquero, como suelen calificarlo cerca del río de la Plata.