Braceli, sin embargo, sitúa califica de error ecuménico la suposición que Adán y Eva mordieron la manzana prohibida. Para el ensayista y periodista de Luján de Cuyo, en Mendoza, los hechos sucedieron de otra forma: “por empezar, a ningún árbol le gusta ser decorativo, inocuo. Aquel árbol, como todo árbol que se precie, le ofreció su fruto a un espléndido cuerpo que por allí andaba. Eva, el espléndido cuerpo, tomó la manzana. Adán la vio redondita, a la manzana. Esperá, no te la comás, Pasámela- le dijo. Eva, magnífica compañera, accedió. Acto seguido, Adán, obedeciendo al mandato de unos genes imperiosos, no quiso tomar la manzana con la mano: la dejó caer y rodar por el suelo y desde allí la alzó apenas con la puntita de su pie izquierdo –era zurdo el muchacho- subió la manzana a su empeine y empezó a darle levísimos y cadenciosos golpecitos… tac… tac… tac… tac… ¡grande Adán¡… tac… tac… tac… tac… Con el último tac Adán la elevó un par de metros, se perfiló y, al caer, con la parte interna del pie la empalmó en un ángulo del cosmos, a la manzana” (Rodolfo Braceli, De fútbol somos. La condición argentina. Editorial Sudamericana. 2001).
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A las 15 horas y 9 minutos del 13 de junio de 1930, Laurent inauguró el marcador. Queda un recuerdo de la línea de gol y de una de las escuadras, “donde duermen las arañas”, reza el rótulo conmemorativo en la misma calle del Coronel Alegre entre Charrúa y Silvestre Blanco. La otra portería debe estar sepultada por la vivienda que se adivina enfrente. Desconozco, no pude averiguarlo, si el propietario de esta vivienda posee el resto del tesoro en su jardín. Creo que la importancia histórica del momento requeriría una mejor atención por parte de la intendencia montevideana y de los amantes del fútbol, inmensa mayoría entre la población uruguaya, tan orgullosos como pocos de su cuadro nacional, “la celeste”.
El fútbol recorrió un largo camino desde entonces. Cambiaron las disposiciones tácticas, los quilómetros recorridos por los jugadores, el número de asistentes, el de los seguidores a través de los distintos medios de comunicación, pero queda un elemento imperturbable: el juego siguen disputándolo once contra once, y uno de ellos es el guardameta, golero o arquero, como suelen calificarlo cerca del río de la Plata.
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